Corazón en
blanco
5
Julián se quedó pensativo mirando el teléfono. “¿Qué hago?” – Pensó – “¿Le llamo o no le llamo?” – Miró fugazmente el reloj de pared y se decidió – “Haré lo que debo hacer”.
Tomó le
teléfono y marcó el número que tan bien se sabía de memoria. Antonio no tardó
en responder.
- Hola Antonio,
soy Julián.
- ¡Vaya! ¡El
desaparecido! Esta tarde…
- Sí, ya lo sé.,
estuviste aquí. Por eso te llamo. ¿Es demasiado tarde tal vez? Querías que te
llamara mañana, pero he preferido hacerlo cuanto antes. Pero si prefieres que…
- ¡No, no, no…!
Sabes que siempre me acuesto tarde. No hay problema.
- Perfecto.
- Bueno, cuéntame.
Hace más de una semana que no sé de ti. ¿Cómo te va?
La relación de
amistad que había entre ellos dos, a parte de la estrictamente profesional,
hacía que Julián supiera que ese “¿Cómo estás?” fuera más sincero de lo que
pudiera parecer. Antonio quería saber cómo le iba de verdad. Otra cosa es que
tuviera que ser tajante a la hora de actuar en lo que se refería a los
anticipos. Pero esto era porque detrás de él había un grupo de socios
presionando con los que no podía hacer otra cosa que respetar también su
criterio comercial.
- Sigo igual,
Antonio…
- Bueno hombre,
¿pero por qué no me llamas aunque sea de vez en cuando? Sólo para saber de ti,
caramba… - Se hizo un pequeño silencio en el que Antonio estuvo tentado de
preguntar por Teresa, la ex mujer de Julián, pero no venía a cuento hacerlo. No
tenía sentido. Desistió de hacerlo porque a nada conduciría.
- Antonio,
sabes que si no te llamo es porque no tengo nada que contar. Se excusó Julián.
- Lo sé… Pero…
no me falles. Por lo que más quieras. Céntrate, haz el favor.
- Lo intento,
Antonio, pero está todo muy reciente y la cabeza no me da para nada.
- No puedes
seguir así, Julián. Deberías hacer algo.
- Lo intento,
Antonio, cada día lo intento… De verdad…
- Ya, pero la
fuente sigue seca, ¿no?
- Sí, eso parece…
- Oye… - dijo
Antonio tras una pausa. Y Julián sabía lo que su amigo le iba a decir. -
¿Necesitas algo?
- No Antonio.
- Mira, sabes
que personalmente te puedo ayudar sin necesidad de que esta gente se entere. –
Se refería a los socios. – No tienes más que decírmelo
- No se trata
de eso, Antonio. Lo sabes. De verdad que no. Gracias.
- Tú entiendes
que de cara a ellos, tenga que tomar ciertas decisiones, ¿verdad?
- ¡Claro,
Antonio! Siempre lo he sabido. No te preocupes
- Me presionan
constantemente y yo… tengo que responderles.
- Lo sé…
- Pero eso no
significa que en lo personal tenga nada contra ti. Puedo prestarte algo sin
necesidad de que lo sepan. Si eso te quita de preocupaciones, sabes que…
- No, Antonio,
no quiero que lo hagas. Saldré de esto. No quiero que te comprometas más de lo
debido.
- ¿No has
pensado en ver a alguien? Ya me entiendes.
- No Antonio,
no necesito eso. Lo que me pasa es cosa mía…
Antonio se
refería a que Julián acudiera a la ayuda de un psicólogo. No era la primera vez
que se lo sugería.
- Nunca viene
de más intentarlo. ¿Por qué no lo piensas?
- Está pensado,
Antonio. Es cuestión de tiempo.
- Ya, pero el
tiempo no nos sobra. Estamos prácticamente parados y el mercado no responde muy
bien a eso. Mira, no lo sabes, pero esta última semana hemos tenido que
rescindir el contrato a otros dos escritores.
- ¿Dos? –
preguntó Julián alarmado.
- Sí, había
bajado mucho la calidad de sus productos y las ventas no funcionaban.
- Y yo soy el
siguiente… ¿verdad?
- No Julián,
sabes que contigo estoy a muerte. Siempre has sido para mí la piedra angular de
todo esto. Pero puede llegar un momento en que ya no pueda contener más a mis
socios. Saben como tú, que precisamente es por ti que los tengo. Siempre has
vendido muy bien. Lo sabes.
- No sé…
- ¡Tonterías!
¡Sí que lo sabes! Siempre has vendido bien hasta que… - Pero no quiso decirlo.
Corrigió a tiempo: - Por favor, haz algo. No me falles.
- Dame un par
de semanas, Antonio… Yo te llamaré.
- ¿Ves? Eso ya
es algo. Es la primera vez que me hablas de un plazo de tiempo. ¿Te das cuenta?
Te llamo yo. ¿Quieres que nos veamos mañana?
- No puedo,
Antonio. – Dijo Julián mirando al perrillo que se había quedado dormido –
Mañana tengo cosas que hacer. Sólo dame un par de semanas.
José C. Ojeda -
No hay comentarios:
Publicar un comentario